Otra vez la lluvia, hace tiempo que esta no me acompaña en mis viajes cotidianos y sin duda la extrañaba, su rutinaria caída libre y la frescura con que recorre el mundo, ese olor tan característico suyo y esa humedad exquisita que no posee hembra alguna, esa melancolía siempre audible de su precipitar aniquilante, chocando, estrellandose con todo sin importar que.
Pocas, poquisimas veces he visto una mujer tan dulce bajar de los cielos e inundar de ternura, el hombre no sabe aún valorar los regalos del cielo, aprovechar y disfrutar ese romanticismo tan novelesco como este.
Me resulta de algún modo una farola que me acompaña e ilumina mis viajes nocturnos que, esta vez ha vuelto para ablandar la siempre despreciada soledad con sus pequeñitos dedos que acarician al mundo y cosquillean mi alma.
Otra vez la lluvia, pienso repetidamente, mientras me apresto a realizar otro de mis viajes.
Pocas, poquisimas veces he visto una mujer tan dulce bajar de los cielos e inundar de ternura, el hombre no sabe aún valorar los regalos del cielo, aprovechar y disfrutar ese romanticismo tan novelesco como este.
Me resulta de algún modo una farola que me acompaña e ilumina mis viajes nocturnos que, esta vez ha vuelto para ablandar la siempre despreciada soledad con sus pequeñitos dedos que acarician al mundo y cosquillean mi alma.
Otra vez la lluvia, pienso repetidamente, mientras me apresto a realizar otro de mis viajes.